Guías de Viaje

Coche Isla de Nácar y Sal

La isla de Coche es una pequeña isla, donde la promesa básica de todas las religiones: el estado de gracia (que suponemos consiste en estar profundamente relajado, lleno de felicidad y en paz consigo mismo), es posible. Su nombre es Coche, y se piensa que la palabra es de origen guaiquerí que significa “venado“. Se encuentra al sur de la isla de Margarita y en sus 11 km de largo y 6 km de ancho viven unas 10.000 personas, distribuidas en pequeños pueblos que fácilmente se pueden recorrer en dos horas.

La extensa obra pictórica del margariteño Ramón Vásquez Brito (Premio Nacional de Artes Plásticas 1950) ha sido intensamente influenciada por una larga estadía durante su juventud en el caserío La Uva en la isla de Coche. Hasta el día de hoy, el maestro sigue buscando en su memoria los colores y formas de la isla y no ha dejado de sublimar y sintetizar sus serenos paisajes marinos en luminosos cuadros.

En cambio, a otro reconocido y versátil artista, Angel Hurtado (Premio Nacional de Pintura 1961), le ha inspirado un paisaje más dramático y casi primigenio como es el de los acantilados en playa El Coco que ha plasmado en su taller en Margarita con expresiones cromáticas en impactantes óleos de gran formato. Ambos artistas reflejan en los poéticos títulos de sus obras la sensibilidad de su sentir y percepción.

Estos mismos acantilados de arena caliza en El Coco se parecen al Gran Cañón de los Estados Unidos, aunque a una escala muchísimo más modesta. Sus extrañas formaciones de origen fluvial nos indican que en tiempos remotos corrieron poderosos ríos por su superficie; gracias a las fuerzas del viento y de la erosión, en algunos conglomerados y areniscas ocurrió una metamorfosis que con el paso del tiempo las convirtió en esculturas reconocibles: un león, monos, caras, un elefante, un águila y lo que la fantasía quiera encontrar. Sus colores varían según el recorrido de un implacable sol y la aridez se torna en colores oro, rosado, rojizo, azul, verdoso frente al mar con sus variaciones de azul.

Sus bosques de cardones nos recuerdan una frase de Enrique Bernardo Núñez en su libro Cubagua, “Los cardones son las viñas de las tierras áridas“, cuando una perfumada brisa produce un tenue susurro entre ellos.

En Coche se disfruta de una variedad de playas, siendo la más bella La Punta de tres kilómetros de largo, arena suave, blanquecina y aguas tranquilas, salpicadas de coloridas velas y con una agradable brisa; también playa El Amor es famosa y al parecer afrodisíaca ya que, según los chismes pueblerinos, es la responsable de muchos nacimientos nueve meses después de su visita.

Las colinas y playas de Coche han sido escenario de sofisticadas producciones cinematográficas, modelos posaron para prestigiosas revistas como Vogue y otras, además de catálogos para trajes de baño y diferentes publicaciones. La infraestructura es adecuada para atender las exigencias pues existe teléfono e Internet.

Para llegar a la isla se ofrecen varias alternativas: un peñero con toldo realiza la travesía desde el muelle de Playa El Yaque (muy cercano al aeropuerto de Margarita) en 30 minutos. Si prefiere llevar su carro, puede abordar el ferry María Libre para una tranquila travesía de una hora y media desde el terminal de ferrys en Punta de Piedra, Margarita. Otra posibilidad se ofrece desde el muelle de la bahía del Hotel Concorde, junto con otros turistas en unos de los veleros, yates o catamaranes, con música y bebidas incluidos. También puede llegar directo en avioneta y helicóptero, ya que existe una pista cercana a los hoteles de 1.200 metros de largo, usualmente con vientos del Este de 10 a 15 nudos. En Coche mismo puede contratar uno de los taxis, motos o bicicletas para un recorrido.


En pueblos y caseríos se ven muchos niños jugando confiados en sus calles y se recomienda un cuidado especial al manejar.

Los dos principales hoteles en Coche son el tradicional “Coche Paradise“, totalmente renovado, y el recien estrenado “Hotel Punta Blanca“, ambos a orillas del apacible mar e integrados con la naturaleza. Sus estructuras de bungalows individuales y amplias churuatas con techos de palma son atractivas y confortables; ambos hoteles cuentan con toda clase de comodidades y organizan la llegada de sus huéspedes a la isla.

Muchos venezolanos aprovechan los fines de semana para recrearse allí, la mayoría de ellos caraqueños que se quieren alejar de la vida cotidiana. En la temporada turística alta, la mayoría de los huéspedes, huyendo del frío, llegan de Europa, Canadá y Suramérica, muchos son amantes del windsurf y kitesurf. Los más intrépidos recorren la distancia de 10 km entre El Yaque y Coche sobre su tabla de surf, con Eolo soplando fuerte y constantemente para impulsar la vela. Este deporte es un punto muy fuerte en Coche y en El Yaque, lugares de campeonatos importantes, tanto nacionales como internacionales. Varios de los jóvenes de Coche y El Yaque han logrado clasificarse en diversos campeonatos y ahora nos representan exitosamente también fuera del país.

A los menos extremos se ofrecen paseos en peñero, camioneta o bicicleta por la isla y caminatas por la extensa playa de blanca arena. Si el espíritu se lo pide, entréguese simplemente al dolce far niente y deleite sus pupilas con el grandioso show de los colores cambiantes del cielo, cuando frente a sus ojos desciende el sol en el lejano horizonte; sólo declare su deseo, que seguramente se cumplirá.

Los amantes de pájaros (birdwatchers) encontrarán un ambiente ideal para la observación: en El Saco anidan miles de ellos. Largas guirnaldas de alcatraces surcan constantemente los cielos azules de El Coco, por entre los acantilados.

Explorando un poco la historia encontramos que en 1526 el Rey de España, Carlos I de España y V de Alemania, otorga la Real Cédula a Iohan López de Archuleta. En 1529 Diego Caballero informa a Carlos V sobre el descubrimiento de ostrales con sus codiciadas perlas. Aunque Coche nunca contó con la abundancia perlífera de la cercana isla Cubagua, en esta zona se originaron fortunas para la corona española. Primero bucearon en las profundidades del mar los indios guaiqueríes, luego los lucayos y después los esclavos negros africanos, aunque esta explotación duró poco, pues se estima que la sobreexplotación terminó demasiado pronto con los ostrales. Tampoco duraron mucho los esclavos, ya que no sobrevivían su patética existencia por más de 8 a 12 años, según el antropólogo venezolano Francisco E. Castañeda M.

En amena conversación con el Sr. Luis José Fernandez en su casa en San Pedro, él nos relata que todavía en la década de 1950 se expendían de enero a marzo los permisos de explotación de la perla, con la posibilidad de una prórroga de un mes. Frente a San Pedro y en la cabecera de El Coco existían grandes bancos de ostrales que fueron explotados en la época de arrastre, pero también aquellos se agotaron.

En 1815, durante la guerra de independencia, se hundió entre Coche y Cubagua el navío San Pedro de Alcántara, buque insignia de la expedición al mando del español Pablo Morillo y se perdieron vidas humanas, 74 cañones, armamentos, caballos y el tesoro de la Virgen del Valle. Sólo han podido ser rescatados en sus cercanías y en aguas turbias de 22 metros de profundidad dos anclas con un peso de dos toneladas y un cañón de tres metros de largo, exhibidos actualmente en el Museo Nueva Cádiz de La Asunción en Margarita.

Muy cerca de playa La Punta luce la resplandeciente salina que en el pasado significó una fuente de riqueza para los explotadores españoles. Desde 1863 se tenía conocimiento de la comercialización de la sal de Coche a través de los puestos de navegación y las salinas de Pampatar; muchos trabajadores eran mujeres, y para protegerse del sol y el salitre untaban sus bronceados cuerpos de pie a cabeza con aceite de coco. Quiénes recuerdan el excelente documental “Araya“ de la venezolana Margot Benaceraf pueden hacerse una idea sobre la salina de Coche. Varias altas hileras de sólida sal, olvidadas, son los mudos testigos de estas “saledades“.

Hoy quedan los tenebrosos vestigios del antiguo edificio de la Administración de Salinas que data de 1874 en el gobierno de Guzmán Blanco. Es muy lamentable que se encuentre desmantelado y abandonado porque es el único edificio importante de la isla, patrimonio y testimonio de su historia y de otros tiempos.

Los cocheros como les gusta llamarse, son apacibles y con la chispa del oriental. La vida transcurre tranquilamente y la mayoría de los hombres trabaja en la pesca artesanal como lo hicieron sus padres y los padres de ellos, mientras el sol imprime mapas de vida en sus caras y espaldas. Las demás fuentes de trabajo se encuentran en hoteles, posadas, restaurantes, en las camaroneras y varios jóvenes deportivos fungen como instructores de windsurf y kitesurf.

La sardina es el renglón más importante de pesca, con trenes sardineros frente a San Pedro de Coche; ella es la materia prima de las enlatadoras industriales del Estado Sucre y de Nueva Esparta. En El Bichar faenan la lisa y en temporada se consigue la famosa hueva de lisa. En El Guamache se encuentra la fuerza pesquera más grande, pescando el jurel, la cabaña y el corocoro. En La Uva se dedican a la pesca de nasas para corocoro, catalana y meros pequeños, mientras que en Guinima tienen trenes ahorcadores con malla para peces de tamaño regular.

Las mujeres pescan de una manera diferente. Luego de un crepúsculo encendido que refleja sus colores en el apacible mar, se observan en la orilla algunas con sus hijos que pescan ocasionalmente a la luz de un mechero la cena familiar. Al rato, el cielo estrellado y luminoso, sin contaminación atmosférica, despliega todo su esplendor, un placer para los románticos y astrónomos aficionados.

Coche es un mundo en plena transformación, por la dinámica del desarrollo de la industria turística, pero que conserva aún su autenticidad y el candor de los lugares donde todo el mundo se conoce. Si usted tuviera la necesidad de un descanso paradisíaco y permaneciera algunos días, sentiría un profundo relajamiento que le ofrece un estado de armonía propicio para una renovación de cuerpo y espíritu y el anhelo de regresar una y otra vez a la isla de Coche.

Nuestro agradecimiento a Cristina Rosenberg, autora del texto y de las fotografías

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