Biografías
Hasta la Independencia

Amalivaca

El principal héroe cultural de los tamanacos, pueblo indígena de filiación lingüística caribe hoy desaparecido. Los tamanacos habitaron al norte del actual distrito Cedeño del estado Bolívar, área en la que situaban su punto de origen; hasta que a mediados del siglo XVIII fueron trasladados a la misión jesuita de La Encaramada, cercana a la población de La Urbana (Edo. Bolívar). Para esta época, los tamanacos eran relativamente pocos, lo que de alguna manera era la expresión de una disminución su población como consecuencia del contacto directo o indirecto de los indígenas con los europeos, lo que trajo bajas considerables en los aborígenes debido a guerras y epidemias. Para el momento de contacto con la civilización europea, las naciones indígenas de la cuenca del Orinoco conformaban, en un marco de horizontalidad política, un amplio sistema de redistribución en interdependencia regional que abarcaba las áreas ribereñas e interfluviales del gran río, los llanos actuales de Venezuela y Colombia, e inclusive, llegaba a extenderse hasta las Antillas. En este contexto más amplio se debe entender el funcionamiento de esas culturas indígenas llamadas de selva tropical, muchas de las cuales compartían tradicionales similares regionales. En el caso de las religiones indígenas, éstas acusan influencias recíprocas, como lo evidencian las semejanzas entre las diversas cosmogonías.

Dentro de la cosmogonía tamanaca, Amalivaca era visto como un hombre supuestamente blanco, como lo eran los tamanacos al principio de los tiempos, que iba vestido. Tenía un hermano llamado Uochí, junto con el que según la leyenda creó al mundo, la naturaleza y los hombres. Al momento de detenerse para crear el Orinoco, comenzaron a discutir pues querían que el mismo pudiera fluir a favor de la corriente tanto aguas arriba como aguas abajo, a fin de que los remeros no se cansaran durante su recorrido; pero finalmente ante tan difícil empresa desistieron de su empeño inicial. Amalivaca vivió entre los tamanacos por un largo tiempo, en el sitio denominado Maita, en donde todavía existe una gruta de piedras en lo alto de un cerro llamada Amalivaca Yeutipe (Casa de Amalivaca) por haber habitado éste allí; y una gran roca conocida como Amalivaca Chamburai (Tambor de Amalivaca), que era precisamente su tambor. Según la tradición oral, un día Amalivaca decidió regresar en canoa al otro lado del mar, de donde había venido y adonde supuestamente iban las almas de los hombres después de la muerte. Cuando estaba listo para irse, ya en su canoa, les dijo a los tamanacos con otra voz distinta a la usual: uopicachetpe mapicatechí (mudarán únicamente la piel). Esto significaba que tendrían una vida eterna, pues se rejuvenecerían constantemente como hacen algunos animales al cambiar de piel. Sin embargo, una vieja que lo oía, dudó de lo que decía Amalivaca y pronunció un «oh» que parecía poner en tela de juicio lo anunciado por el héroe, que se enfureció y de inmediato les comunicó que todos tendrían una vida finita al decir con firmeza estas palabras: mattageptchí (morirán). En definitiva, los tamanacos terminaron atribuyendo la existencia perecedera de los hombres a este episodio.

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